Los
acantilados colosales donde el mar armoniza con las gaitas; aquellas,
luctuosas y joviales a la vez.
La
rompiente en si bemol, el viento que despeina los escaramujos y el
soplido que atraviesa el laberinto; se funden en una música de
conjuros y sortilegios perpetuos.
Magia
antigua que canta a las almas del cielo, del suelo y del crepúsculo.
La
gaita, el gaitero y el vértigo de la inmensa soledad.
Acústica
de roca y sal.
Lágrimas
de mar y brisa.
"El árbol detrás del árbol"
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