Quehaceres I


Todas las tardes, desde los albores de las primaveras, tantito después de ocultarse el sol; ellos encendían las luciérnagas para que titilen en los parques, los patios y las azoteas.

Miles y miles de estas lucecitas volantes adornaban la oscuridad, vestían a la noche de fulgores inquietos y perfumaban a los amantes que a cielo abierto amaban.


Apenas antes de que el primer destello del alba acariciara la hierba, ellos debían apagarlas todas, para que éstas puedan dormir tranquilas y tranquilo el mundo pueda despertar.




"El árbol detrás del árbol"

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